Santiago y Nazaret se casaron el quince de agosto de dos mil veinte, el año que va a pasar a la historia por la pandemia del COVID-diecinueve. Hasta exactamente el mismo día de la boda no sabían con certidumbre si podrían festejarla, pendientes de los cambios de los protocolos sanitarios (que entraban en vigor ese día) o bien de si había un positivo en el último instante. En el presente artículo que ha escrito Nazaret para MTQS nos cuenta de qué manera vivieron los preparativos: las dudas, las incertidumbres y asimismo las certidumbres que tuvieron a lo largo de este tiempo. Mas, sobre todo, festejar la boda en plena pandemia se ha transformado en un sello para este nuevo matrimonio.
Aquella semana de marzo teníamos como objetivo cerrar las convidaciones y escoger el destino de la luna de miel mas, de súbito, comenzaron a cumplirse las previsiones más temidas desde hacía semanas por mi madre y sus compañeros de guarda en el centro de salud. Absolutamente nadie comprendía, y tampoco. Con lo que decidimos abrazar el presente, y proseguir caminando cara un futuro tan próximo como variable.
Pasaron días, semanas, y algún mes hasta el momento en que volvimos a charlar de la boda (prevista para el quince de agosto): “¿Se va a poder festejar? ¿Exactamente en qué condiciones? ¿En qué momento lo vamos a saber? ¿Nos va a dar tiempo a prepararlo? ¿Sostenemos, retrasamos? ¿Y si retrasamos y hay rebrote? ¿A qué podemos/queremos abandonar? ¿Cuál es el límite entre ‘forzar’ y estimar como esencial algo que no lo es?…”. Como es lógico, todo esto por teléfono, ¡ni tan siquiera sabíamos en qué momento nos iban a dejar vernos!
El tiempo pasaba, mas la inseguridad no. Sanitarios, políticos, estudiosos, distribuidores, familiares, amigos… absolutamente nadie tenía la contestación, nadie nos podía jurar nada. O bien sí. Sí que lo había. En verdad, ya lo había hecho. No nos había prometido no tener que postergar, ni recobrar pronto la (vieja) normalidad; mas sí nos había prometido que estaría con nosotros. Y lo había hecho con la seguridad de Quien ya ha vencido al virus (mas de veras), y a todas y cada una de las contrariedades que se nos pudiesen presentar. Con lo que proseguimos adelante pese a las críticas de ciertos, la incomprensión de otros mas, sobre todo, el apoyo creciente de MUCHOS (muchos).
Hasta el día B no supimos de qué manera iba a ser precisamente, mas es que… ¿en qué momento no es de esta forma? No son de ahora los accidentes de tráfico, ni las tormentas de verano, ni los inconvenientes económicos, ni las enfermedades, ni la muerte. ¿Es que alguna vez alguien ha podido –no querido- supervisar algo de eso? Toda vez que la situación sanitaria lo dejara, íbamos a proseguir preparando la boda, que tendría sitio como y cuando Dios quisiese.
Nos plantamos en el primer mes del verano con prácticamente todo por hacer. Mas el inconveniente no era que las cosas no estuviesen listas, sino tampoco sabíamos cuando íbamos a poder prepararlas, por el hecho de que las tiendas no abrían. Y cuando abrían, lo hacían a cuenta gotas (y con cita anterior, y con aforos súper reducidos). Y cuando lográbamos entrar, apenas tenían género.
Los dependientes nos comentaban con mucha pena que no habían sacado compilación en esa temporada por el hecho de que ‘nadie iba a festejar nada’. Y ya para rematar, como la ermita y la finca están en otra comunidad autónoma, tampoco podíamos ir para poder ver de qué manera amoldar los espacios, las medidas de seguridad, la decoración…
Mientras tanto, se nos ocurrió fabricar mascarillas adaptadas con nuestras iniciales para todos y, tras largas semanas y semanas de busca, ¡al fin logramos el material! Prototipos, diseños, medidas… fue muy apasionante ver que salía ‘algo’, y dábamos gracias por el hecho de que, si bien siempre y en todo momento había sido de esta forma, en esos instantes era muy evidente que solo Dios sabe y que sin Él no podemos hacer nada. Todos de estos meses hemos sido testigos de Su Presencia, y hemos visto de qué manera, lejos de silenciar nuestros deseos, el Señor se ha servido aun de las limitaciones para actuar en nuestro favor. Un buen ejemplo de ello fue la liturgia.
Nosotros siempre y en todo momento habíamos pedido a Dios que verdaderamente fuera lo central del día, y de esta forma lo percibiésemos no solo , sino más bien todos y cada uno de los convidados. Deseábamos con todas y cada una nuestras fuerzas que aquella misa fuera una ocasión para (re)encontrarnos con Él. No obstante, una ocasión de esta forma es un motivo de alegría tan grande que, en un contexto sin pandemia, , de la misma manera que otros muchos novios, asimismo habíamos pensado hacer preboda y posboda, sin percatarnos de que estaríamos complicando el cumplimiento de nuestro deseo más grande. No por el hecho de que la celebración fuera mala, sino más bien por el hecho de que tal como han sucedido los sucesos, ha quedado claro qué es esencial y qué es accesorio; qué es indispensable y a qué se puede renunciar. ¡Mira por dónde!
Fueron solo dos meses, ¡mas qué meses! Al echar la vista atrás, me percato de que no teníamos ni la más mínima idea de dónde nos metíamos. Yo no sé de qué manera se prepara una boda sin pandemia por el medio, mas desde entonces esto fue una insensatez. Una bendita insensatez. Terminamos haciendo la prueba del menú un mes ya antes, la del peinado el único fin de semana que hallamos hueco, la presentación de amonestaciones al máximo y los regalos para los convidados de manera directa hubo que ir a recogerlos a doscientos km por el hecho de que la compañía no nos garantizaba que llegasen a tiempo.
El fichaje de la maquilladora fue del martes de esa semana, la consulta de las nuevas medidas del BOE que entraban en vigor esa mañana, los últimos cambios de convidados (y seating plan) menos de 4 horas antes… Nos subimos en una montaña rusa y aceptamos las incesantes subidas y bajadas de convidados, protocolos sanitarios, ir al máximo en TODO, el peligro de un positivo en el último instante y también, aun, la cancelación total.
Arriesgamos, y ganamos más de lo que apostamos. Toda vez que lo pienso me siento más pequeña y más querida, comenzando por la cuarentena… Qué regalo poder haber estado en familia esos meses tan esenciales para mí. He descubierto que no puedo tener unos progenitores mejores, que pese a estar incluso curándose de las secuelas del virus no dejaron ni un segundo de mantenerme. Sabía que tanto como mis hermanos harían lo imposible para asistirme (siempre y en todo momento lo han hecho); lo que no sabía es que podían llegar a tanto. ¡Todo cuanto afirme es poco!
Otro regalazo que me llevo es la ilusión de mis abuelos (aquel día, y todos y cada uno de los preparativos). Sabían que eran uno de los motivos de no mudar la data, ¡y no pudieron gozarlo más! Con respecto a mis otros abuelos, cuando nos dejaron viajar fuimos a su tierra a recoger ciertas plantas, que después empleamos para decorar. Si bien hace unos años que murieron, les tengo muy presentes todos y cada uno de los días, ¡y ese no iba a ser menos!
Las despedidas de solteros, las flores silvestres del confinamiento, las mascarillas y porta-coaliciones handmade, la transmisión del streaming, los mensajes, las llamadas… a pesar de la distancia social, nos hemos sentido más acompañados que nunca. Ha sido increíble ver hasta qué punto se ha implicado la gente. Cualquier avance en los preparativos ha sido festejado por todos.
Hasta por los vecinos del pueblo, que se presentaron sin aviso previo para pintar (sí, pintar) y adecentar la ermita, y que el día de la boda, por no sobresaturar el aforo, en vez de acudir a la celebración, se asomaron a saludarnos desde el camino. En tiempos de pandemia lo fácil hubiese sido escaquearse mas, no solo no lo hicieron, sino se volcaron con nosotros. De ahí que escribimos cartas agradeciendo a cada convidado los instantes compartidos.
¡Y qué decir de la relación tan humana que tuvimos con los distribuidores! En estos meses hemos compartido temores, sufrimientos y asimismo palabras de ánimo. Estamos felices de ser un motivo de esperanza para estas grandes personas y sus familias.
No han faltado ni van a faltar contrariedades, mas todo ha sido para bien. Ahora damos GRACIAS a Dios continuamente y solicitamos no olvidar, no habituarnos, no dar(nos) por hecho.