Saltar al contenido
Tienda de Unicornios Online

Parar de trabajar… por amor

5 julio, 2021

Paula decidió parar de trabajar cuando se casó. Esta determinación, que tomó al lado de su marido, no ha estado exenta de críticas y creencias no pedidas. En nuestros días abandonar a una carrera refulgente para dedicarse a la familia no semeja una alternativa, mas esta resolución es aún más discutida cuando no se tienen hijos. En el presente artículo, Paula nos cuenta en primera persona qué les llevó a tomar este camino y de qué forma su disponibilidad no solo ha sido una bendición para su matrimonio sino más bien asimismo para todas y cada una de las personas que tienen cerca.


Me siento bendecida. Mientras que escribo miro una fotografía del día de nuestra boda, saliendo de la iglesia. De fondo, nuestras familias y amigos, y los globos que tanta ilusión le hacían a mi ya marido (globos biodegradables, que no padezca absolutamente nadie). Él mira al cielo con expresión de alegría y yo hacia abajo, misma expresión, agarrada a su mano. El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres (cántico ciento veinticinco). La travesía por el desierto de los dos había sido larga. Años de soledad y discernimiento hasta el momento en que nos conocimos.

“El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres”, repetimos en la celebración de nuestro matrimonio. Realmente, ese cántico lo canta fantásticamente una amiga desde el ambón y de este modo es: la boca se nos llena de risas y la lengua de cantares, como a aquellos desterrados que retornan a su patria y verifican que el Señor es leal a sus promesas. El día tan ansiado ha llegado. Qué prisa y qué ganas tenía yo por iniciar esta nueva etapa juntos, por cumplir por mi parte esa promesa de fidelidad, de amor y respeto todos y cada uno de los días de mi vida. Y he querido cumplirla quedándome en casa, sin trabajar. 

Dejar de trabajar por amor; la decisión de Paula Martínez tras su boda.
Fotografía de la boda de Paula, rodeados los dos de globos

Un año ya antes de conocer a mi marido, terminaba de volver a mi urbe de origen, tras un buen tiempo. “Renunciaba” a una “brillante” carrera en Madrid, como más de uno me afirmó. Fue una resolución que me costó tomar un par de años. Algo empujaba mi corazón y lo tuve claro llegado el instante. “Qué poca ambición profesional tienes”, puntualizó una compañera.

Era siendo consciente de que no volvería a localizar un trabajo como el que dejaba, donde estaba a gusto y era valorada y reconocida. No sabía que lo que iba a localizar era interminablemente mejor. Una vez ya asentada en mi urbe, volví a trabajar una temporada y, unos meses ya antes de nuestro compromiso, dejé de hacerlo (dichosos contratos por obra y servicio). Si bien me dolió ser despedida, el estar sin empleo me dio la ocasión de pasar más tiempo con mi novio, conocernos mejor y, por último, una vez prometidos, preparar nuestra boda.

Comienza nuestra vida de casados y tenemos claro que no voy a trabajar. No es algo inamovible mas privilegiamos (puesto que podíamos hacerlo) quedarme en casa y gozar el uno del otro. No busco otra expresión por el hecho de que es la que me sale, nos sale, cuando charlamos o bien nos preguntan por este motivo. Gozar de querernos, de nuestra convivencia, agradecidos por el regalo de poder hacerlo, agradecidos por el enorme don de este amor. Quedarse en casa no semeja una alternativa hoy día y a nosotros no nos han faltado críticas, creencias no pedidas y comentarios poco agraciados. Esta resolución de no trabajar y dedicarme a mi familia (mi esposo es mi familia) resulta todavía más extraña cuando no tienes hijos. 

Trabajar solo en “la casa” es, sobre todo y para mí, poder pasar más tiempo con mi marido, cuidar(le), estar libre, festejar lo rutinario. Ese “estar disponible” no le incluye solamente a él, carne de mi carne, incluye a los que nos rodean, por este motivo mi disponibilidad es asimismo responder a una llamada de teléfono, es hacer una visita al centro de salud o bien acompañar a alguien al médico, llevarle en turismo, recoger a unos pequeños, contestar correos o bien mensajes del móvil, acudir a un familiar enfermo o bien sacar algún rato más para rezar… cuántas solicitudes y necesidades me han llegado en estos últimos meses…

Esta elección nace de la entrega y donación que hicimos el día de nuestra boda y que como consecuencia se extiende a los que nos rodean y también procura de este modo dar fruto. Son ademanes y pequeñas acciones para con él y para con otros, mas, eso sí, con mi matrimonio al centro y Dios en medio. Ser siendo conscientes de este camino ha sido un aprendizaje y reconozco en mi esposo al mejor profesor. No afirmo que la mujer que trabaje y/o sea madre no haga todo esto, estoy segura, y afirmo, que más y mejor que . La vocación al matrimonio es muy, muy bella y de ella brotan otras vocaciones fantásticas, como la que vivo yo en estos instantes.

Fotografía primordial de Virginia Silvestre

Fotografía de la boda de la propia autora, Paula Martínez

Paula Martínez

Paula Martínez

Esposa, economista, en ocasiones escribo, en ocasiones leo. Me agradan las historias. Soy feliz con rollos de colores, un ganchillo y una ventana. Enamorada de lo pequeño. El amor vence siempre y en toda circunstancia.