Saltar al contenido
Tienda de Unicornios Online

cómo ayudarles a afrontar esta inseguridad y pasar su vergüenza

3 julio, 2023

¿A quién no le da vergüenza caerse en sabido? ¿Meter la pata, afirmar poco que no tocaba…? Hablamos del sentido del ridículo, un sentimiento que actúa como mecanismo psicológico de defensa para preservar nuestra autoestima.

Los niños igualmente lo tienen, sobre todo a medida que van creciendo. Sin retención, si este sentimiento es excesivo, puede impresionar a hacer que se encierren en sí mismos, que no salgan de su zona de confort o que se queden paralizados a la hora de relacionarse con los demás. ¿Cómo abordarlo con ellos?

Ansiedad social en niños y adolescentes o el temor a ser juzgado: cómo ayudarles

El sentido del ridículo: hasta qué punto es ordinario

El sentido del ridículo es aquel sentimiento de vergüenza, excitación o temor a que se rían de nosotros, a que nos juzguen, a meter la pata o a «restar mal». Por ejemplo, equivocarse en una exposición vocal o en sabido, caerse delante de mucha masa, que en un orden de masa, piensen que estamos diciendo tonterías al dar nuestra opinión…

Como curiosidad, el miedo patológico a hacer el ridículo se claridad gelotofobia, aunque esto sería un caso extremo. Hasta cierto punto, tener sentido del ridículo es totalmente ordinario, y no es poco que deba preocuparnos.

Hemos de entender que, el sentido del ridículo tiene una función clara; nos protege de situaciones sociales que nos podrían avergonzar, protegiendo así nuestro «yo» y nuestra autoestima. Gracias a él, los niños son más cautos, más reflexivos, y no se dejan soportar tanto por sus impulsos.

Sin retención, cuando este sentido es excesivo, y lleva a los niños a dejar de hacer cosas, a no exponerse ni relacionarse, a pasarlo en realidad mal, entonces sí está interfiriendo en su día a día. Las causas pueden ser varias; desvaloración autoestima, sensibilidad, timidez como cualidad de la personalidad, ansiedad social, poseer vivido alguna experiencia traumática…

Niños con gran sentido del ridículo: cómo podemos ayudarles

1. Analiza qué hay detrás

Tras un válido sentido del ridículo, suele poseer poco mucho más profundo. Por ejemplo, miedos, inseguridades… Así que, para poder entender mejor a tu hijo, averigura cuál es su miedo. Tal vez, ¿a que se rían de él?

¿A sentirse expuesto? ¿A comprobar que no pertenece al orden? ¿Hay alguna inseguridad en él? ¿Algún enredado físico? ¿Una desvaloración autoestima? Podemos conversar sobre esto, abiertamente, con él, y preguntarle. La idea es ayudar a nuestro hijo a entender qué hay detrás para iniciar a trabajar en ello y pasar este miedo.

2. Relativiza con él

Los errores nos hacen humanos, y encima, los comete todo el mundo; trasladarle este mensaje le puede ayudar a relativizar. Igualmente, hacerle preguntas como: ¿qué es lo peor que puede advenir? Y eso, en una escalera del 1 al 10 sobre el nivel de trascendencia de las cosas que te pueden advenir en la vida, ¿qué número sería? Se alcahuetería de hacerle ver que, incluso el «peor proscenio posible» para él, no sería tan pesado.

Podemos seguir con preguntas como; en ese caso, ¿qué ocurriría? ¿Cómo actuarías? Y que pueda ver que, aún en ese caso, tendría bienes para afrontar la situación. Recuerda, no se alcahuetería de invalidar sus sentimientos, sino de no quedarse anclados en ellos ni hacer una embuste más noble de la situación.

Mi hijo es demasiado tímido, ¿debo preocuparme?

3. Acompáñale a exponerse

Seguramente, si tu hijo tiene miedo a hacer el ridículo, evita a toda costa exponerse demasiado (evita ir a lugares con mucha masa, incluso, a restar con sus amigos, a dar su opinión, a ponerse X tipo de ropa…). Pero los miedos se superan exponiéndose a ellos.

Por ello, acompaña a tu hijo a exponerse poco a poco a las situaciones que tanto teme (y refuerzale). Puede hacerlo primero contigo y posteriormente solo. El objetivo es que entienda que, exponerse no implica necesariamente hacer el ridículo. Y que, en caso de que así suceda, la situación no es tan pesado como seguramente la percibe.

Para esta tarea, podéis hacer una directorio conjunta con todas las cosas que deja de hacer por ese miedo, es afirmar, qué situaciones evita, para así exponerse progresivamente a cada una de ellas.

4. Desmontando pensamientos arraigados

Como decíamos, tras este intenso miedo a hacer el ridículo, existen igualmente otras causas que están más escondidas. Por ejemplo, los pensamientos irracionales. Los niños con mucho sentido del ridículo pueden pensar; «seguro que se ríen de mí», «lo haré mal», «haré el ridículo», «pasaré vergüenza y no sabré reaccionar», etc.

Si nos fijamos, son pensamientos irracionales, que no tienen ningún sentido y que encima, hablan del futuro, de poco que aún no ha pasado. Y, de momento, ¡no somos adivinos!

Por ello, ayuda a tu hijo a identificar estos pensamientos y a hacerlos un poco más realistas; por ejemplo, en sitio de pensar «seguro que se ríen de mí», es más realista pensar «tengo miedo a que se rían de mí, pero esto no tiene por qué ocurrir». Ya no hablamos de poco categórico, sino de una afirmación más objetiva.

11 claves para ayudar a los niños a hacer una exposición o presentación oral

5. Fomenta su autoestima

Con frecuencia, tras este intenso miedo a hacer el ridículo se esconden  inseguridades y una desvaloración autoestima, así como la creencia de que se van a reír de ellos, que van a hacer poco mal… Por ello es tan importante trabajar su autoestima y su seguridad personal.

Para esta tarea, nos puede ayudar, por ejemplo, hacer una directorio con ellos de sus fortalezas (y analizarlas), o una directorio con sus bienes personales en el caso de que hicieran el ridículo (podría ser; hacer bromas, no darle importancia, expresar el disgusto…). Si quieres más ideas para trabajar la autoestima con los niños, el solaz igualmente puede ser un gran partidario.

6. La importancia de reírse de uno mismo

Otro contraveneno muy eficaz para afrontar los miedos es el humor. Así, el reírse de uno mismo puede ser un petición que aprenda tu hijo cuando deba manejar este tipo de situaciones «vergonzosas»; si por ejemplo, se cae, que pueda él igualmente reírse de la situación.

Y es que la risa ayuda a relativizar (a «quitarle hierro al asunto»), a resumir los niveles de ansiedad y a mirarnos con bienquerencia y compasión (nos permite empatizar con nosotros mismos). Y encima, es un facilitador social, que nos ayuda a conectar con los demás.

Por qué deberíamos enseñarle a nuestros hijos a reírse de sí mismos

7. Explícale situaciones donde tú hiciste el ridículo

Finalmente, para ayudarle a relativizar sobre el asunto, igualmente puede ir acertadamente exponernos nosotros. Es afirmar, explicarle situaciones en las que nosotros hicimos el ridículo, y que, aunque no fueron agradables, ahí se quedaron. Contarles ¿qué pasó?, ¿cómo reaccionamos?, ¿qué nos ayudó a relativizar la situación?

A través de nuestro refrendo, igualmente pueden darse cuenta de que, no son los únicos a los que les pasa. Y que es poco ordinario, que no somos perfectos, ni equivocación que hace, y que encima podemos seguir cayendo acertadamente a la masa, y sentirnos aceptados, incluso posteriormente de poseer metido la pata. ¡Somos humanos!

Foto | Portada (Pixabay)