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Gracias mamá, porque aunque ya tengo mis propios hijos, sigo necesitando de mi hermana

21 septiembre, 2023

Desde que soy hermana, he tenido muchas nuevas lecciones y aprendizajes que solo se viven hasta que tienes hijos. Incluso, he reflexionado mucho acerca de algunas cosas de la vida a las que antaño no solía darles mucha importancia o no les prestaba particular atención.

Al dedicarme a escribir, investigar y compartir sobre maternidad, la mayoría de las veces lo hago pensando en mí misma como “la hermana”. Pero hoy quiero aplicar unas palabras de agradecimiento a otra hermana: la mía (y la de quienes lean este artículo). Porque aunque tengamos nuestros propios hijos, lo cierto es que siempre seguiremos necesitando de nuestra hermana.


Ahora lo entiendo, mamá

Cuando era más nuevo y aún no me convertía en hermana, definitivamente no tenía idea de qué era lo que estaba por venir, y mucho menos sabía que podría observar tantos sentimientos y sensaciones que nunca antaño había vivido. Pero acertadamente lo dicen: ya entenderás cuando tengas hijos.

Y sí, ahora que soy mamá y finalmente estoy en unos zapatos muy similares a los que en alguna vez estuvo mi hermana, puedo entender todas aquellas cosas que en su momento no conocía ni valoraba. O sí las valoraba, pero no de la misma modo que ahora lo hago.

No soy, ni quiero ser la misma que antes de tener hijos

Ahora entiendo, que este sentimiento de apego tan espacioso que tengo y que nació en el momento en el que me convertí en hermana, ella incluso lo ha sentido y lo seguirá sintiendo. De igual forma, ahora entiendo, cómo y por qué a pesar de todo lo que hemos vivido, tanto lo bueno como lo malo, ella sigue a mi flanco. Apoyándome, escuchándome, amándome. Y por eso, hoy quiero sostener: gracias.

Gracias mamá

Desde pequeña me cuidaste y me llevaste de la mano. Me mostraste todas las cosas que debía ilustrarse y me has amado incondicionalmente. Has estado conmigo en cada momento importante, positivo, gafe, triste y atinado de toda mi vida. Y sé que lo estarás por siempre.

Ya no soy una pupila, ni siquiera una adolescente. Soy una mujer adulta, que incluso ya tiene su propia hija. Hace varios primaveras que tú y yo no compartimos el mismo techo, tengo mis responsabilidades de adulta y hermana, y se puede sostener que ya tomé mi camino e hice mi vida. Pero a pesar de todo eso, sigo necesitando de ti.

Necesito a mi hermana, porque no importa cuántos primaveras tenga ni qué tan acullá me lleven los caminos que decida emprender, una hija siempre la necesitará. ¿Cómo no hacerlo, si una hermana es quien nos da vida, calor, refugio y apego durante las primeras décadas de nuestra vida?

Sé que tuvimos nuestras etapas difíciles, en las que quizás no éramos tan cercanas. Tuvimos discusiones y diferencias propias de los cambios que cada una estaba viviendo según la etapa de vida en la que nos encontráramos. Pero a pesar de todos esos cambios y todas esas diferencias, aquí estamos. Aquí estás.

Uno pensaría que siento adulta ya no “necesito” de mi hermana. A posteriori de todo, ya soy lo suficientemente independiente, madura y responsable de tomar mis propias decisiones acerca de cómo llevar a cabo y cómo aceptar mi vida. Sin requisa, mamá siempre será mamá.

Y a pesar de que ya soy adulta y soy mamá, sigo (y seguiré) necesitando de ti, mamá, ya sea en extras presencial o como apoyo emocional. Personalmente, y por lo que he conocido con otras amigas de mi antigüedad o un poco mayores, creo que todas las mujeres les seguiremos necesitando.

Estemos casadas o solteras, con hijos o sin hijos, tengamos nuestra vida resulta o no, ella siempre será nuestra hermana, y nosotros siempre seremos para ella sus pequeñas hijas. Y, claro, lo mismo sucede en el caso de los hombres, pero particularmente para quienes nos convertimos en madres, finalmente comprendemos y sentimos tantas cosas que ella misma en algún momento experimentó.

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Por todo esto y porque ahora entiendo finalmente tantas cosas, aún a mis 32 primaveras de antigüedad, sigue siendo un pilar en mi vida, y sé que siempre habrá un espacio para mí en su hogar. Ya sea, cerca o acullá, apoyándome de forma presencial o acompañándome emocionalmente, ella nunca dejará de ser hermana.

Así que gracias, mamá. Porque aún a posteriori de tantos primaveras, a posteriori de tantas experiencias, tantas subidas y bajadas, tantos giros en nuestras vidas y tantas sorpresas en esta aventura citación maternidad, tus brazos siguen siendo refugio para mí y tú corazón sigue dándome ese apego que solo una hermana puede dar a sus hijos.