Hace algunos abriles ya que mi hija dejó de ser bebé, y es poco de lo que hace tiempo hablé en Bebés y más, donde compartí una consejo acerca de los sentimientos encontrados que esto me provocaba. Pero hoy, quiero compartir otra consejo con la que quizás muchas madres se identifiquen: la venida del primer hijo.
El primer bebé, es ese que rompe todos los esquemas y que cambia por completo tu vida. Por ello, hoy dedico una carta a mi primera hija: la que me enseñó a ser causa y me descubrió una nueva forma de flirtear.
Querida hija…
Aún puedo recapacitar el día que descubrí que venías en camino. Era un jueves como cualquier otro en la oficina, pero tenía algunos días sintiéndome «rara». Decidí tomar una prueba de dificultad y supe que estaba gestante. Tengo que confesarlo: estaba muy emocionada, pero el mismo tiempo me sentía aterrada.
Mil preguntas comenzaron a inundar mi mente: ¿podré con esto? ¿seré una buena causa? ¿qué tal si lo hago mal? ¿cómo sé si verdaderamente estoy tira para tener un bebé? Pero ahora que han pasado algunos abriles, veo que a posteriori de todo siquiera me ha nacido tan mal desempeñar este papel de mamá.
Tu venida fue muy esperada, pues no solo se trataba de mi primer bebé, sino asimismo de la primera nieta de tus abuelos, así que ya te imaginarás cómo nos sentíamos todos durante esos largos nueve meses. Es muy rara cómo puedes sentirte enamorada de alguno a quien aún no conoces, pero así es la maternidad.
Cuando finalmente llegaste a nuestras vidas, volteaste nuestro mundo de inicio. Todo lo que creía asimilar de la vida, cambió. Debo ser honesta: no tenía idea de cómo ser mamá. De ningún modo había sostenido a un bebé en brazos y mucho menos había cambiado un pañal. Era zona totalmente desconocido para mí.
Pero tú, con ese tamaño diminuto, esas manitas pequeñitas y esos ojitos llenos de ilusión, me fuiste enseñando a ser causa. Es increíble cómo antiguamente de tenerte no tenía idea de cómo haría las cosas, y cuando llegaste tú parecía que me dabas muchas de las respuestas que tanta desidia me hacían.
Claro, aunque hoy soy muy diferente de esa causa primeriza, novato e inexperta, todavía sigo aprendiendo muchas cosas a tu banda. Pero es increíble lo mucho que has cambiado no solo mi vida, sino mi forma de pensar y de ver las cosas. Mis prioridades, metas y objetivos, son otros muy distintos a los que tenía cuando aún no era causa.
Llevarte en brazos durante esos primeros abriles fue una de las cosas más agotadoramente preciosas que he vivido, y aunque esa época ha quedado antes, siempre habrá un espacio para ti interiormente de ellos, sin importar la tiempo que tengas.
Conforme vas creciendo, muchas cosas van cambiando, pero hay poco que sin duda no cambiará nunca: el aprecio que siento por ti. Antiguamente de tenerte, pensé que conocía y sabía lo que era flirtear, pero tú llegaste para ayudarme a descubrir que tengo una capacidad para flirtear mucho más espacioso de la que podía imaginar.
Ahora que soy mamá, puedo reafirmar eso que tanto había escuchado acerca de que no hay aprecio más incondicional que el de una causa y que simplemente no hay palabras suficientes para describir lo que me haces apreciar. Pero asimismo, descubrí otra forma de flirtear que nadie me había mencionado: la tuya.
Y es que no existe aprecio más puro, tierno y sincero como el que tienen nuestros hijos cuando son pequeños. Indudablemente me robaste el corazón y lo atrapaste entre esas pequeñas y suaves manitas tuyas.
Pero por otra parte de enseñarme a ser causa y mostrarme una nueva y diferente forma de flirtear, has vuelto a revivir en mí poco que durante mucho tiempo estuvo dormido, y se comercio falta más y falta menos de esa preciosa capacidad de ilusión y entusiasmo que usualmente solo se vive durante la infancia.
Gracias a ti, puedo retornar a ser una pupila de nuevo. Me has enseñado a detenerme a olisquear las flores y escuchar el canto de las aves. Contigo he aprendido lo mágicas que son las burbujas en una tarde de verano y lo delicioso de reírte de las cosas más simples de la vida hasta que te duela la barriga.
Me has ayudado a recapacitar todas esas cosas que tanto disfrutaba cuando era pequeña: la ilusión de la Navidad, la emoción y sorpresa de aquellas series infantiles y películas que veía una y otra vez en mi propia infancia, y disfrutar de un buen helado como si fuera lo más grande del mundo.
Siempre pensé que sería yo la que guiaría tus pasos y te enseñaría todo lo que necesitabas asimilar acerca de la vida, pero me has demostrado que no es así, y que en verdad, tú te has convertido en mi maestra de muchas cosas, como el aprecio, la paciencia y la hechicería, dándome valiosas lecciones de vida.
Compartir la vida contigo, me ha permitido asimismo transmitirte muchas de las cosas que amo y he podido retornar a ensayar a tu banda, como mi pasión por correr y conocer lugares nuevos, robar en la cocina al ritmo de la música que me gusta y mi aprecio por los libros.
Por otra parte de agradecerte, asimismo quisiera pedirte perdón. Al ser la pequeñita que me convirtió en causa, lo que he hecho contigo ha sido un espléndido camino con muchos aciertos, pero la verdad es que asimismo he cometido algunos errores.
Perfectamente dicen que con el primer hijo se experimenta e improvisa mucho, pero quiero que sepas que todo lo he hecho con la mejor de las intenciones y desde el aprecio que siento por ti, a pesar de ser completamente inexperta y tener mil dudas acerca de cómo cuidar de ti.
Aunque a veces hay días pesados o difíciles, en los que ambas debemos navegar juntas a través de sentimientos complicados, pero al final siempre terminamos el día con un ataque, amándonos y perdonándonos por aquellas cosas que pudimos suceder hecho mal durante el día, pero que nos sirven como una enseñanza para continuar mejorando y aprendiendo.
Quiero decirte que eres fuente de inspiración y de los sentimientos más increíbles, bellos e indescriptibles que ha sentido mi corazón. Es rara cómo alguno tan pequeñito puede hacerte apreciar poco tan espacioso. Pero así es ser causa, y si algún día eliges serlo, espero puedas comprender lo mucho que te amo.
Por todo esto y mucho más, es un honor ser tu causa y te agradezco profundamente ser mi hija. Porque gracias a ti, mi primera hija, aprendí a ser causa y descubrí una forma de aprecio como ninguna otra.
Más cartas para nuestros hijos
Te animamos a que escribas tú misma una carta para tus hijos, y las guardes para entregárselas cuando sean mayores. Es un atún detalle que les llenará de emoción al leerlas abriles a posteriori.